Si hacemos el ejercicio de pensar en las campañas de concientización llegamos a imágenes de niñas, niños y mujeres en África con recipientes en las manos mientras esperan en una interminable fila su turno para recolectar el agua del día. También gráficas y recomendaciones para reducir su consumo: duchas cortas, cerrar la llave mientras te cepillas los dientes, horarios de riego, reutilización del agua, etc. En su mayoría campañas dirigidas a la población centrando en el uso doméstico del agua la problemática de la crisis hídrica, lo cual representa alrededor del 6% del uso del recurso en el país versus un 80% en el caso del agro según datos de la Fundación Chile.
En Chile la legislación vigente data de 1981, el código de Aguas es una herencia de la política neoliberal privatizadora de la dictadura, en él se sentaron las bases para que hoy en nuestro país existan personas con derecho a usar y explotar de por vida este “bien de uso público”. Aquí se establece en su artículo quinto que “Las aguas son bienes nacionales de uso público y se otorga a los particulares el derecho de aprovechamiento de ellas, en conformidad a las disposiciones del presente código”, además agrega la ley en el artículo siguiente que “el derecho de aprovechamiento es un derecho real que recae sobre las aguas y consiste en el uso y goce de ella”; uso y goce que implica un derecho perpetuo.
Acerca del derecho de aprovechamiento de las aguas se establecen dos tipos: consuntivos, aquellos que facultan a su titular para consumir las aguas totalmente; y no consuntivos, los que permiten emplear el agua sin consumirla y obligan a restituirla, a devolverla a su cauce. Según investigaciones de CIPER, al 2012, el 90% de los derechos de aprovechamientos de aguas consuntivas está en poder de empresas mineras y agroexportadoras, mientras que casi el 100% de los derechos no consuntivos, pertenece a transnacionales como ENDESA.
Estos porcentajes evidencian que el uso doméstico del agua es mínimo en comparación con el uso en actividades económicas. Sin embargo, las campañas siguen apuntando a las personas en sus casas contribuyendo la visión individual y no sistémica de la crisis socioambiental trayendo consigo la invisibilización de las consecuencias de la explotación indiscriminada. Esto no es extraño en un país donde el lobby empresarial logra estancar proyectos que buscan la protección de los recursos naturales y cuyos intereses económicos están por sobre los derechos humanos básicos como el acceso al agua, donde la defensa y protección del medio ambiente recae sobre organizaciones sociales, indígenas, ONGs o movimientos que surgen desde los mismos territorios afectados por el uso irresponsable y mercantil del agua.
Es importante analizar la crisis hídrica y socioambiental desde una visión integral y no reducirla a un individuo o varios individuos, pues su relevancia no es exclusiva en la vida humana urbana, sino que es también un hábitat para diversas especies; es fundamental para el desarrollo de comunidades rurales; posee un valor espiritual para los pueblos ancestrales; es vital para el equilibrio de diversos ecosistemas y de la Tierra en sí.
El llamado casa enjambre en este nuevo Día Mundial del Agua es considerarla como un motor de vida y no como un recurso natural explotable y comercializable. A romper la esfera individualista y preocuparnos por lo que sucede en todo el territorio nacional e internacional.